Los cuadernos de los Márquez
Los operadores Francisco Márquez padre e hijo elaboraron durante tres décadas la historia manuscrita de la sala de Isaac Peral, pelícuia a película y año a año, en unas libretas
La 'pantalla de los grandes éxitos' proyectó Rumbo, la primera producción española en color; Lo que el viento se llevó, un hito en la cinematografía local; presentó el Cinemascope y sumó 123 proyecciones de E.T., todo un récord
Los censores acudían pasada la medianoche para indicar dónde había que cortar la cinta a proyectar al día siguiente. Desde el patio de butacas indicaban al operador dónde meter la tijera, literalmente, accionando un timbre que sonaba en la cabina
Sábado invernal en Albacete. Frío, mañana, tarde y
noche. Es el día de Navidad de 1954. Entre la oscuridad surgen las imponentes figuras de un
puñado de estrellas del celuloide patrio. Luis Induni, Conrado San Martín, Jaime Avellán, María Victoria Durá, José Marco, Gloria García, José María Angelat, Emilio Fábregas... Son
los protagonistas de Relato Policíaco, la película de Antonio Isasi-Isasmendi
a propósito de las andanzas del
inspector Nogués, que cuenta a sus alumnos de la Escuela General de Policía dos
casos opuestos vividos por él, sobre el uso de las armas de fuego. Un buen número de albacetenses se reúne ante la pantalla de los grandes
éxitos, el Teatro Circo. Y en la cabina, un joven operador, Francisco Márquez
Morales, que pudo comenzar con esa película una labor a la que dedicaría muchas
horas a lo largo de su vida. Día tras día, mes tras mes, año tras año fue escribiendo,
como si de un notario se tratase, en una libreta de escuela los films que se
proyectaron en el coliseo de la calle Isaac Peral desde mitad de los años
cincuenta hasta el cierre de la sala, el 31 de diciembre de 1985.
Francisco Márquez padre.
Francisco Márquez hijo.
Más de 30 años en los que Márquez Morales, con título oficial de operador desde julio de 1948, cuando tenía poco más de 21 años, encontró heredero en su hijo, Francisco Márquez Nares. Tanto padre como hijo decidieron escribir en esa libreta, que al final se convirtió en tres, cada film que pasó por sus manos, su duración, la distribuidora... Un pedazo de la historia de un cine mítico para los albaceteños que logró hitos importantes a lo largo de su dilatada existencia, que estuvo amenazado de muerte por la implacable piqueta y que ahora vive en una eterna juventud con un nuevo objetivo en el horizonte: ser declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad (PMH) por parte de la Unesco.
Los cuadernos de los Márquez reúnen éxitos y fracasos de la industria del cine, centenares de películas se suceden por orden alfabético, un capítulo clave en la aventura del Teatro Circo como sala cinematográfica, y que escribió sus primeros episodios con la llegada del Siglo XX. Recordemos que el Teatro Circo echó a andar en 1887, una década antes de que el cine tomara tierra en la ciudad de Albacete. Y es que en este poblachón manchego se comenzó a ver cine el 5 de diciembre de 1897, en la planta baja del Casino Artístico, dos años después desde que los hermanos Lumière presentaran al mundo su invento.
Cartel publicitario de una película de Greta Garbo y telón del Teatro-Circo. / COLECCIÓN PARTICULAR Y ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL
Salvo alguna escaramuza que pasara inadvertida para la historia escrita de
esta ciudad, las proyecciones cinematográficas fueron más o menos estables en
el Teatro Circo desde 1901. De hecho, ese año se presentó un invento conocido
como el Fonobiograf, una combinación entre cinematógrafo y fonógrafo que hizo
las delicias de los albaceteños en aquellos primeros pasos del siglo pasado. Y así
fue que el celuloide comenzó a correr por los proyectores del Teatro Circo de
forma casi, casi ininterrumpida.
Cine sonoro, pero con retraso
El cine mudo era el protagonista acompañado por pequeñas orquestas, como Laliga, o las notas de un piano en programas combinados con varietés, transformistas, cupletistas, ilusionistas... La prehistoria de los cuadernos de los Márquez tuvo en la incorporación del cine sonoro otra de sus metas. Pero cosas de la vida, y a pesar de ser un referente cultural de nuestra ciudad, desde la llegada del cinematógrafo parlante al Teatro Cervantes, en 1930, hasta que el Teatro Circo se dotó de un equipo sonoro pasaron cuatro años. Fue en 1934, y con varios meses de retraso. Sí, porque los diarios locales, El Defensor de Albacete y El Diario de Albacete, repetían que en breve el cine comenzaría a sonar... pero por una circunstancia u otra, la novedad, ya plenamente asentada en nuestra ciudad gracias al Cervantes y luego al Central Cinema, no llegaba al Teatro Circo. El martes, 30 de enero, de 1934, nuevo retraso técnico anunciado en la portada de El Defensor. Es más, no se ofreció espectáculo alguno para centrar los esfuerzos en la puesta a punto de los nuevos equipos. Hasta ese momento, la sala contaba con un proyector Orpheo Sincronic.
Pero, por fin, el sábado, 3 de febrero, El Defensor de Albacete publicaba: "Mañana, inauguración del cine sonoro en este teatro, proyectores de sonido Tobis Klangfllm, adoptados en los principales cinemas de Madrid". Y para comenzar, ese domingo 4 de febrero, dos sesiones, 18.30 y 22.30 horas, "con gran éxito de publico". Al día siguiente ya se anunciaba en el mismo diario la cartelera prevista para el Teatro Circo, Primavera en otoño, con Antonio Moreno y Cristina Bárcena. Se da la circunstancia de que esa misma cinta se compartía con el Teatro Cervantes, fundado por Daniel Rubio, arquitecto municipal, y Eduardo Serna Bódalo, abogado y tenor. Y es que durante diferentes etapas ambas salas compartieron películas para abaratar costes, cuestión que no se tradujo en una rebaja de las entradas. Así lo reflejaron algunos medios locales.
Además, la llegada del sonoro al Teatro
Circo de Bienvenido Herreros fue una realidad pocos meses antes de la apertura
del Capitol, en septiembre de 1934, lo que supuso el final del Teatro
Cervantes, que echó el cierre en los primeros compases de 1936.
Durante la Guerra Civil el Teatro Circo no interrumpió su actividad, y de hecho, acogió en su programación el festival homenaje a las Brigadas Internacionales, entre otros muchos actos cargados de la ideología propia de la zona en la que cayó la ciudad. Acabada la contienda, Bienvenido Herreros compró el edificio. Cambio radical, por mor de la nueva situación en España, y el Teatro Circo comienza a difundir un cine de un evidente ideario franquista, incluida la película Raza, en 1942, con guión de Francisco Franco.
Bienvenido Herreros, un hombre al que se consideraba bromista y reidor, trabajó codo con codo con su yerno, José Olivas, arquitecto metido a gerente, para lograr que el público disfrutara de las novedades artísticas que se cocían a nivel nacional. Ambos consiguieron traer a Albacete, además de notables compañías de revistas, los éxitos del celuloide.
El coliseo de la calle Isaac Peral se mantenía como referente, junto con el Capitol, para el tiempo de ocio de los albaceteños mientras seguía transformando su aspecto interior y exterior, como sucedió en 1942, cuando se acabó con la fachada de 1924, la que cambió su aspecto original de 1887, construyéndose tres pisos de viviendas y en su planta baja, locales comerciales, esos que todavía sobrevivían cuando echó el cierre definitivo, en la Nochevieja de 1985.
Con ese edificio, con su aspecto cuarentón, llegó al Teatro Circo Francisco Márquez Morales, en plena efervescencia del cine del que se podía disfrutar en blanco y negro o color, en el gallinero o en el patio de butacas, en los martes populares o en las matinales dominicales. Nacido en la Bajada de la Cárcel en 1926, se marchó a Villaverde, en Madrid a cumplir con el servicio militar cuando ya contaba con el carné de operador, el que le sirvió para fomar parte de la plantilla del Teatro Circo, y en el que se mantuvo durante cerca de cuatro décadas. Y para el que fue contratado, por cosas de la vida, un conocido aquí o allá, por Bienvenido Herreros, cuando le hizo falta un muchacho de apoyo en la cabina.
La cabina, un horno
Como recuerda su hijo, Francisco Márquez Nares, las jornadas de trabajo eran interminables. Cuatro personas, dos operadores, dos ayudantes. Un par de proyeccionistas por turno. Pocos días se libraban de esa cabina que más bien parecía un horno en un cine que conocía como la palma de la mano Márquez Nares. Y es que siendo un chiquillo ya iba a ver películas de la mano de su madre, Candelaria, y como mozalbete, echaba una mano yendo a la estación de ferrocarril a recoger las películas, esas bobinas que, metidas en sacos de lona, había que preparar porque venían de las casas distribuidoras o de otros cines de Madrid, Valencia, Alicante... de aquella manera. Cortadas, vueltas, desordenadas en una palabra, salvo que fueran estrenos absolutos, como en más de una ocasión sucedió. Albacete fue una de las ciudades en las que, por talento y habilidad de sus empresarios cinematográficos, disfrutaron de numerosas premières.
Trabajadores del Teatro Circo y Márquez Nares, en la cabina, en la mili.
Dos máquinas Ossa 60 de carbones, positivo y negativo, obligaban a los operadores a realizar un trabajo casi artesanal que dista una eternidad de los Kinoton posteriores y mucho más de los digitales de hoy en día. Pero unos aparatos suficientes para mostrar a los albacetenses la primera película española en color, Rumbo, el 16 de abril de 1950, o la mítica Lo que el viento se llevó, estrenada el 31 de diciembre de 1951, manteniéndose en pantalla cerca de 20 días. Y también La túnica sagrada, que inauguró el Cinemascope en la ciudad, con ciertas dificultades técnicas, el 9 de abril de 1955, Sábado de Gloria.
El timbre de la censura
Y pasaron los años, décadas en las que la censura hacía de las suyas. El franquismo no cedía, y según recuerda Francisco Márquez Nares, era frecuente cuando, por consejo -o mejor dicho, orden- de la Delegación Provincial de Educación Popular, se presentaban terminada la última sesión, pasada la medianoche, representantes gubernativos y de la Iglesia para visionar las películas que podían atentar contra la ética de los albaceteños. Era lo que se conocía como prueba. Esos guardianes de la moral, desde el patio de butacas, disponían de una especie de timbre que, accionado, sonaba en cabina. Y allí, con una paciencia impagable, el operador de turno, armado con unas tijeras y un rollo de papel, se dedicaba a señalar y posteriormente cortar aquellas escenas que los censores entendían peligrosas.
Con el paso del tiempo, Márquez Nares, cuando ha vuelto a ver determinadas películas censuradas en su momento, ha comprobado que tenían un metraje superior en 15 ó 20 minutos más. ¿Y qué pasaba con esos fotogramas amputados? Pues que junto con la cinta que había sobrevivido al timbre censor y la tijera del proyeccionista, se introducían en el saco de lona, y en el nuevo destino del film, allá que se las compusiera el operador al que le tocara el suertes.
Títulos significativos en la historia del Teatro Circo como cine,
Los cuadernos de los Márquez no son sino una enciclopedia manuscrita de lo que pudieron ver los albaceteños en la pantalla de los grandes éxitos durante una época de la historia de España intensa. Dictadura y Transición. Censura, aperturismo, destape... Bueno no tanto, porque recuerda Márquez Nares que en una ocasión, y con una película picante en la cartelera, se cerró la sala antes de tiempo porque nadie, nadie acudió a la sesión.
Márquez Nares, nacido en 1956, entró a trabajar en el Teatro Circo en 1977, con 21 años, cumplido el servicio militar y con una mochila cinematográfica tremendamente amplia. Su pasión por el cine le llevaba a aprovechar los escasos días de descanso para acudir al resto de salas de la ciudad para ver aquellas películas que valían la pena. Pero reconoce que su afición por el séptimo arte era ínfima en comparación con la que profesaba su padre, cinéfilo militante hasta el final de sus días, entrada la década de los noventa.
Las 123 sesiones de E.T.
Asombrado por el tesón de su progenitor, que llegó a ser jefe de cabina tras la jubilación de Emilio Bermejo, prosiguió con la labor de inscribir película a película cuando el cine ofrecía éxitos como Gandhi, Indiana Jones o E.T., que se llegó a proyectar en 123 ocasiones, un film que sorprendió a propios y extraños y que generó durante varias jornadas colas interminables.
Compaginó trabajos Francisco Márquez Nares hasta que el pluriempleo llegó a ser inasumible... y colgó las bobinas. Días de cine y de anécdotas que guarda en su memoria y que le trasladan en un viaje sentimental e imaginario a Gialcaldo, la ficticia localidad siciliana de Cinema Paradiso, donde Salvatore aprendía de Alfredo, como él aprendió de su padre. Pero el final del Teatro Circo no fue, afortunadamente, fruto de un incendio, para renacer posteriormente, sino de la jubilación de José Olivas, que llegó con el final de 1985, esa Nochevieja que Francisco Márquez Nares recuerda como si fuera ayer. Un jarro de agua fría en una jornada aciaga para la historia sentimental de los albaceteños, y que por mor de dos alcaldes, Carmina Belmonte y Manuel Pérez Castell, y de la Asociación de Amigos del Teatro Circo (hoy, Amithe) volvió a la vida, regresando a sus orígenes, en 2002. Eso sí, ya, sin proyector cinematográfico, aunque gracias a Abycine, las películas sí regresaron, como en 2018, con la última de José Luis Cuerda, Tiempo Después.
En la retina de la nostalgia de Francisco Márquez Nares, las anécdotas vividas en este coliseo, como cuando acudió a cambiar una bombilla al camerino de una popular vedette , y al hacerse la luz se la encontró como su madre la trajo al mundo, o el gato del Teatro Circo que surgió del ataúd en Cinco horas con Mario como si de una aparición se tratase. O la mala educación del actor Juanito Navarro por culpa de unos focos de color equivocado...
El Teatro Circo, poco antes de cerrar, y la última cartelera. / J.M.E.
No fue la del Teatro Circo una clausura a lo grande. La película que sirvió para poner punto y seguido fue Lifeforce, Fuerza Vital una producción británica de terror y ciencia ficción de 1985 dirigida por Tobe Hooper y protagonizada por Steve Railsback, Peter Firth, Frank Finlay, Mathilda May y Patrick Stewart. Lo más destacado, su banda sonora, una de las últimas creaciones de Henry Mancini. Y su último pase, a las 19.30 horas. Como recordó años después el presidente de Amithe, Javier López-Galiacho, a las 21,30 horas acabó la proyección y se desalojó la sala. "Los operadores de cine bajaron del tercer piso donde se situaba la cabina de proyección. La empresa reúne a todos los trabajadores y se les da la carta de despido. A las 10. Miguel Yllán, el inconfundible avisador, procedió como cada noche a echar el cierre que aislaba el coliseo de lo que es la calle Isaac Peral. Hacía frío en un Albacete desierto ya a esas horas por ser Nochevieja. Miguel era consciente que no se trataba de un cierre rutinario. Sabía que clausuraba el ciclo de historia de Albacete que sería irrecuperable. Chirriaron los hierros. Apretó el candado. 'Todo se ha acabado', exclamó...", entonces, fundido en negro y hasta luego. Pero afortunadamente nos quedan los cuadernos de los Márquez.
El libro 'oficial'
Además de estas libretas, hay otro documento que atestigua buena parte de la historia del Teatro Circo. En 2012, la por entonces alcaldesa de Albacete, Carmen Bayod, recibió el libro del Teatro Circo de manos de Vicente Olivas, nieto de Bienvenido Herreros, antiguo dueño de la sala e hijo del que más tarde fue el gerente del mismo, José Olivas, un manuscrito heredado de sus padres reflejo del control diario de todos los espectáculos desde 1966 a 1985 en el Teatro Circo, actuaciones, espectáculos, proyecciones de cine... siendo la última película proyectada Lifeforce, Fuerza Vital, del 20 al 31 de diciembre de ese año 85.
Clint Eastwood jugó al truque en el Teatro Circo... o no
Hay quien asegura que los trabajadores del coliseo enseñaron al actor norteamericano a jugar a las cartas en el Bar Ideal
Nadie lo sabe a ciencia cierta. No hay fotos. No hay hemeroteca que lo demuestre. Sólo el boca a boca de quienes dicen que lo vieron y echaron unas cuantas partidas de cartas con él. Y es que a pesar del paso del tiempo, Francisco Márquez Nares guarda en su memoria la conversación en la que su padre, Francisco Márques Morales, le desveló que el eterno pistolero de Almería, el sucio de Harry, pasó varios días en Albacete, e invirtió unas cuantas horas en el truque. "M padre decía que sí, que Clint Eastwood, recién llegado de los Balcanes de grabar Los violentos de Kelly, y con motivo de la Semana de Cine Militar -la primera edición tuvo lugar en 1974-, el actor estuvo en la ciudad".
"El tipo, un tío grande, no hablaba español, y era idéntico a Clint
Eastwood, pero no tengo forma de demostrarlo, además de la palabra de mi padre
y la de varios compañeros suyos", quienes "le enseñaron a jugar a las cartas en
el Bar Ideal", el establecimiento existente en uno de los locales del edificio
del Teatro Circo". Verdad o no... la anécdota permanece en el imaginario de muchos. Y quizá forme parte de la loca historia de Clint Eastwood en España entre rodaje y rodaje.