La ciudad que soñó con una playa
Albacete no tuvo su primera piscina pública hasta 1950, cuando abrió la de Educación y Descanso; antes hubo proyectos para la Fiesta del Árbol y para Pérez Pastor, pero no cuajaron
Desde finales de los sesenta se comenzó a reclamar la construcción de una playa en Cuasiermas, paraje ubicado en el Júcar, pero su puesta en marcha se retrasó hasta finales de los 70, y terminó en fiasco
Se pensó incluso en dotar al recinto de un motel y de un camping internacional, pero los problemas medioambientales modificaron el proyecto y lo dejaron en una zona de baño, vestuarios y un kiosco
Los albaceteños y albaceteñas guardan en su memoria el verano que alguna vez les cambió sus vidas, aunque fuera por unos días, por unas semanas. Aquellos días soleados que, como dijo Jorge Luis Borges, "son una parte del tiempo que vivimos y, por tanto, de nosotros mismos". En la playa o en la montaña, practicando deportes o entregándose al descanso, explorando la cultura o sumidos en la fiesta, cada verano deja una huella imborrable.
No siempre fue fácil disfrutar de estos momentos en Albacete. Desde finales de los años 20 del siglo pasado, los vecinos anhelaban una piscina pública, pero no fue hasta 1950 cuando este sueño se hizo realidad en el actual barrio de Santa Teresa. Antes, los parajes naturales como El Palo o las rudimentarias balsas de riego eran los únicos refugios donde la mayoría de los albacetenses podían escapar del calor abrasador del estío. Sólo unos pocos afortunados podían permitirse el lujo de viajar a la playa, con Alicante como el destino predilecto para los más acomodados.
Las cálidas mañanas y tardes se compensaban por las frescas noches y madrugadas, momentos perfectos para disfrutar de tertulias callejeras, tomar algo en las terrazas de bares y cafeterías, o deleitarse con la belleza de espacios como la Terraza Buenos Aires en el Parque. También era una liturgia pagana disfrutar de una o dos películas en mangas de camisa en los cines de verano, destacando el Avenida como el más popular de todos.
Aguas de La Higuera. / PATRIMONIO FOTOGRÁFICO DE CASTILLA-LA MANCHA (UCLM)
Sin duda, hace un siglo, en 1925, Albacete era una ciudad que anhelaba un lugar donde sus ciudadanos pudieran disfrutar del verano. Los anuncios en la prensa local promovían balnearios como el de Marmolejo, en Jaén, famoso por sus aguas alcalinas muy oportunas para enfermos de hígado, riñones, diabetes, artritis o cloroanemia. Y mucho más cerca, el Balneario de San José, conocido popularmente como La Higuera, ubicado en Corral-Rubio, y que presumía de contar con las aguas "más mineralizadas de España". Ofrecía servicio de hotel en agosto en la mitad de los años 20, y también taxis hasta la estación de ferrocarril más cercana, la del Villar de Chinchilla, a poco más de 12 kilómetros. Su empresario era Dionisio Yáñez Sánchez, que a la sazón fue alcalde de Albacete.
Grabado de los edificios de los Baños de San José y uno de los edificios. / PATRIMONIO FOTOGRÁFICO DE CASTILLA-LA MANCHA (UCLM) y DIARIO DE ALBACETE
Veraneo de pago
Pero el veraneo de pago estaba solo al alcance de unos pocos, y así lo reflejaba la prensa. Por ejemplo, el 21 de julio de 1926, El Diario de Albacete reservaba las vacaciones para "los ricos, los dichosos, cuantos pueden disponer de unas pesetas". Pero instaba a "las señoritas de tennis y de bailes exóticos, muchachos de vestir impecable, damas perfumadas y enjoyadas, caballeros plutócratas y vosotras también, almas buenas de siempre, caritativas, efusivas hasta los sacrificios" a que se acordaran "de las colonias escolares, de las juntas en pro de los tuberculosos, de las vacaciones de 15 días para obreras".
Durante muchos años, la población de la ciudad solía acudir a espacios ubicados a la orilla del Canal de María Cristina, como el Vivero. Este lugar era considerado "la playa de Albacete" por el profesor, periodista y archivero municipal Alberto Mateos Arcángel. Para llegar a esta zona, existía un servicio de carruajes que partía de la calle Caldereros, transportando a los bañistas a este espacio, al menos a aquellos que podían pagar los 16 reales que costaba el viaje de ida y vuelta. Otro lugar destacado era El Palo, un "grato paraje" que atraía a muchas personas durante los días festivos. En este paraje, la gente disfrutaba de "grato esparcimiento y suculenta comida con vituallas traídas de la alacena doméstica", escribió Mateos Arcángel.
En junio de 1929, con un presupuesto de 900 pesetas, se acordó construir una piscina en el huerto de la Casa de la Maternidad para que los niños allí asilados pudieran tratar su tuberculosis y, además, se organizaron excursiones al santuario de Cortes. La iniciativa también incluía el veraneo en los alojamientos del santuario para grupos de niños e internos de la Casa de Misericordia y de la Maternidad y Expósitos.
Una piscina
Pero lo que reclamaba la ciudadanía era una piscina pública, y de hecho, el 16 de junio de 1931, El Diario de Albacete informó sobre la propuesta discutida en el Ayuntamiento para la construcción de una piscina en la Fiesta del Árbol. La iniciativa, impulsada por el concejal Reverte y apoyada por el alcalde Virgilio Martínez Gutiérrez, se presentó en una sesión ordinaria de la Corporación Municipal. Uno de los primeros vecinos de Albacete en señalar la necesidad de esta instalación fue el periodista, abogado y escritor Eugenio Sellés Rivas. En una entrevista en el Defensor de Albacete, el 23 de mayo de 1932, Sellés Rivas afirmaba que "Albacete ha progresado mucho en poco tiempo, y no está para gollerías, pero, ¿no le parecería a usted bien unos baños públicos, con gran piscina, a precio económico y, a ser posible, gratis? Así podríamos aprender a nadar guardando la ropa, que nunca está de sobra", indicaba Eugenio Sellés Rivas, que también fue delegado de Hacienda y marqués de Gerona, y que falleció sin disfrutar de esa demandada piscina en la ciudad.
Anuncio en la prensa local de viajes a Alicante y playa del Postiguet en 1931. / AYUNTAMIENTO DE ALICANTE
Y mientras tanto, los más pudientes seguían buscando el veraneo que no encontraban en la ciudad fuera de nuestra provincia, y con un destino prioritario que poco ha cambiado si lo comparamos con los tiempos actuales. En el artículo "El día de Albacete en Alicante", publicado en El Diario de Albacete el 24 de agosto de 1933, se comentaba que "el domingo puede llamarse un día de confraternidad Albacete-Alicante, cuando unos cientos de albacetenses huyen de nuestra capital para visitar la hermosa capital levantina". "Albacetenses por todas partes en la incomparable explanada, un balcón abierto bañado por la brisa marítima, un paseo ideal. Por un solo día, nos parece ver convertido este paseo en nuestro propio paseo del Parque o de la República. Caras conocidas que nos sonríen al pasar, manos que se estrechan constantemente y frases que se cruzan recordando a nuestro Albacete", añadía, paisanos que añoraban "una gran piscina pública donde poder refrescar el cuerpo, piscina que sería un gran acierto municipal y que ya no falta en ninguna capital moderna o que aspire a serlo".
De esta manera, indicaba el periódico, "muchos neptunos no tendrían que avergonzarse al decir que se bañan o aprenden a nadar en la piscina del Puente Madera, nombre que se da a varias hermosas balsas de riego que existen en la bajada de la cárcel", y reiterando, de nuevo que "hace falta una gran piscina, si no para todo el público, al menos para los niños de las escuelas públicas. No habría lugar más adecuado que la Fiesta del Árbol, donde innumerables niños podrían encontrar el aire libre y la salud perdida en hogares insanos y carentes de médicos".
Un año después, el 26 de abril de 1934, nueva vuelta de tuerca al asunto en El Diario de Albacete, que en su primera página publicó una noticia en la que se decía: "Albacete necesita una piscina pública". El artículo no dejaba dudas sobre la urgencia de esta iniciativa: "Mucho se dice de la cultura de los pueblos según sus habitantes se bañen. Son precisamente los más civilizados quienes cuentan con duchas y piscinas públicas en mayor número". El clamor era claro: "Enorme es la necesidad que siente el pueblo albacetense de poder bañarse".
El texto proseguía con una ácida crítica: "Hoy en día, para bañarse, o bien hay que hacer una peregrinación hasta el Júcar, con el riesgo de ahogarse, o bien sumergirse en una modesta pila del establecimiento hidroterápico local -casi prefiriendo el ahogamiento-. Mientras tanto, soportamos estoicamente el sofocante calor tropical de la canícula". "Estas reflexiones nos han asaltado en múltiples ocasiones. Más de una vez hemos acariciado proyectos, más o menos fantasiosos, para la creación de una piscina pública. Pero nuestra abulia y esta indolencia tan típicamente meridional nos han mantenido inactivos, indiferentes", espetaba el diario local, y en este punto lanzaba una noticia de interés: "Un joven modesto y entusiasta, haciendo eco de estas necesidades y mostrando una envidiable actividad, se ha puesto manos a la obra. Ha realizado gestiones, estudiado terrenos para el abastecimiento de agua, consultado con arquitectos, ha elaborado un presupuesto detallado y cuenta ya con una lista que supera el centenar de simpatizantes".
Este joven solicitó el apoyo del periódico, por lo que "en nombre del deporte de Albacete y en representación de los intereses de nuestra ciudad, no podemos negárselo. Confiamos en que este proyecto sea recibido con entusiasmo por todos y que las autoridades municipales lo apoyen con todas las facilidades posibles. Nos sobra el entusiasmo para convertir a Albacete en la próxima meca veraniega".
Y el 20 de mayo de 1934, un nuevo artículo en El Diario de Albacete, bajo el antetítulo "¡Agua va…!", daba cuenta de que el proyecto para la construcción de una piscina pública había sido acogido "con el beneplácito y entusiasmo esperados". "Las adhesiones se cuentan por centenares y las gestiones continúan con fervor", afirmaba, concluyendo que "se han establecido listas en sociedades y círculos para confirmar el número exacto de simpatizantes, con el propósito de citarlos en un lugar que se anunciará oportunamente para discutir sobre el reglamento, elegir la Junta Directiva y otros detalles importantes".
Un Canoe a la albaceteña
Unos días después, el 30 de mayo de 1934, Defensor de Albacete publicaba otro artículo en portada titulado "El proyecto de construcción de una piscina en Albacete", acogiendo la iniciativa "con gran simpatía". La ubicación propuesta para la piscina era cercana a la ciudad, facilitando así un acceso rápido y sencillo para quienes quisieran disfrutar de las bondades de un deporte tan placentero, sano y completo como el náutico. Se asemejaría al Canoe Club de Madrid, ofreciendo cuatro duchas, 25 casetas individuales, una general, guardarropa y otros servicios complementarios.
Además, contaría con una terraza arenosa para tomar el sol y otra para refrescarse y disfrutar de meriendas, con vistas privilegiadas a los bañistas. Todo esto se completaría con una pista para organizar fiestas, verbenas y bailes. En cuanto al agua, se prometía que sería "desinfectada con productos específicos, decolorada, etc., para evitar cualquier riesgo de contagio", y se establecería una "estrecha vigilancia" para prevenir "todo tipo de abusos". Incluso el entonces Albacete FC se sumó al proyecto, siendo este "un beneficio para nuestra ciudad tanto en términos sanitarios como recreativos".
En los años 30 pretendían levantar en la ciudad un club similar al Canoe de Madrid. / REAL CANOE
En junio de 1934, en pleno estío, los albacetenses continuaban anhelando algo que parecía un lujo en la ciudad: una piscina pública. El Diario de Albacete, en su edición del 26 de junio de ese año, clamaba con firmeza en primera página: "Albacete necesita una piscina pública". Con el antetítulo "Un proyecto interesante", el titular no dejaba espacio para dudas sobre la necesidad imperiosa de tal infraestructura.
Entre las páginas del periódico se desplegaba un argumento contundente: "Mucho se dice de la cultura de los pueblos según sus habitantes se bañen. Son precisamente los más civilizados quienes cuentan con duchas y piscinas públicas en mayor número".
Parajes del Palo y el Vivero, en el canal de María Cristina. / DEL LIBRO 'DEL ALBACETE ANTIGUO'
El artículo reflexionaba, además, sobre la situación que se vivía entonces: "Hoy en día, para bañarse, o bien hay que hacer una peregrinación hasta el Júcar, con el riesgo de ahogarse, o bien sumergirse en una modesta pila del establecimiento hidroterápico local -casi prefiriendo el ahogamiento-. Mientras tanto, soportamos estoicamente el sofocante calor tropical de la canícula".
El escenario era desalentador para los habitantes de Albacete, quienes observan cómo poblaciones más pequeñas, e incluso algunas con acceso directo al mar, disfrutaban de este lujo básico. El artículo apuntaba: "Albacete, desprovisto de todo esto, se ve condenado a achicharrarse y a ver cómo sus ciudadanos buscan el agua en otras ciudades".
El autor del artículo no solo señalaba la carencia de infraestructuras adecuadas, sino que también criticaba las condiciones insalubres de las balsas utilizadas para el riego agrícola, a las que los jóvenes recurrian en busca de un respiro del calor. "Son pocos los lugares donde los muchachos pueden refrescarse, y aquellos que hay no ofrecen garantías higiénicas adecuadas", insistía el rotativo, llamando al Ayuntamiento a tomar medidas: "Instamos a las autoridades a tomar acción inmediata en este proyecto. Que se construya la piscina pública, ya sea mediante una empresa privada o con una suscripción popular. Este debe ser el último verano que pasemos sin este esencial beneficio, que tantos anhelamos por su valor para la higiene y el bienestar comunitario".
El artículo concluía con un apunte emotivo y desesperado: "Pleguemos a Dios para que este sea el último año que estemos condenados a la privación de algo tan vital para nuestra comunidad. Esperamos que nuestras palabras resuenen y que finalmente se tome en cuenta esta petición, respaldada por cientos de ciudadanos amantes del sol, del aire y del agua". Sin embargo, ni siquiera apelando a la fe, los albacetenses lograron obtener la tan ansiada piscina aquel año.
La agencia Continental tenía su sede en la albaceteña calle Mayor y programó viajes a Biarritz entre sus primeros proyectos. / EL DIARIO DE ALBACETE
En el año 1935, Albacete se encontraba en un momento de transformación, abriéndose al turismo con la inauguración de una agencia de viajes, Continental, bajo la dirección de René Terman, ubicada en la calle Mayor 47. La agencia prometía rebajas sustanciales en viajes colectivos por la península y el extranjero, incluyendo fascinantes excursiones como el recorrido a los Pirineos franceses, con paradas en Madrid, San Sebastián, Biarritz y Lourdes, por un precio ciertamente elevado al alcance de unos pocos: 247,50 pesetas.
La intentona de Lodares
Sin embargo, el interés local seguía centrado en el desarrollo de infraestructuras que mejorasen la calidad de vida en la ciudad. A principios de año, El Diario de Albacete informaba sobre la solicitud presentada por don Manuel Lodares para estudiar la instalación de una piscina en un terreno de su propiedad, ubicado entre las calles Martínez Gutiérrez y Pérez Pastor. Esta iniciativa privada recibió el visto bueno de los técnicos y de la Comisión Permanente municipal, generando expectativas positivas entre la ciudadanía.
La prensa local destacaba que la construcción de la piscina no solo prometía beneficios recreativos y sanitarios, sino que también ofrecía la posibilidad de crear empleos locales, lo cual fue recibido con entusiasmo. Se esperaba que esta iniciativa privada pudiese inspirar a otros capitalistas a seguir el ejemplo de Lodares, contribuyendo así al desarrollo económico de la ciudad. A medida que avanzaban los preparativos, el promotor solicitó la licencia para iniciar la construcción de varios pozos y una zanja destinados a la piscina. Un mes después, El Diario de Albacete aseguraba que el suministro de agua no sería un problema para la nueva infraestructura, confirmando que los antiguos métodos de acopio de agua durante los aguaceros garantizarían un caudal adecuado para el estanque o balsa, sin importar sus dimensiones.
Pero tantas expectativas se vinieron abajo en marzo de ese año 1935, según El Diario de Albacete, la ciudad se quedaría otro año más sin piscina, "nos lo dijo el señor Lodares", invitando de nuevo a los vecinos a bañarse en el paraje de El Palo. Y un par de meses después, en mayo, se comenzó a hablar del que debía ser el Stadium de la ciudad, con piscina incluida. De nuevo, se reclamaba el apoyo de las instituciones -Ayuntamiento y Diputación-, de autoridades, comerciantes, sociedades, industriales, empleados, obreros, "de todos" para que se pudiera construir este nuevo estadio, que supliera las carencias del campo del Paseo de la Cuba.
Se constituyó una comisión pro-campo, que adquirió los 16.000 metros cuadrados precisos, incluido un campo de hierba para la práctica del balompié. Pero, además, sumaría al complejo un frontón, un velódromo y una pista para dirt trak, es decir, un circuito de arena para que compitieran los aficionados a las motocicletas. La prensa incluso especulaba con su inauguración durante la Feria, y entre los impulsores, Pedro Monzón, uno de los fundadores del Albacete Balompié. Pero nada de nada.
Un año después, en junio de 1936, pocos días antes de estallar la Guerra Civil, ni Stadium -se recordaba en la prensa las épocas en las que había dos campos, en el Paseo de la Cuba y en el Club Cinegético- ni piscina. El Parque de los Mártires -ahora, de Abelardo Sánchez- terminaría acogiendo los partidos del recién nacido Albacete Balompié en el final de la contienda nacional.
Educación y Descanso
Terminada la Guerra Civil, y a la par que se trababa de atajar las carencias de las despensas, comenzó de nuevo el run run sobre las necesidades que presentaba la ciudad de una piscina. El diario Albacete lanzaba la reivindicación con cierta frecuencia hasta que, en 1948, y dentro del Barrio Nacional Sindicalista promovido por la Obra Sindical del Hogar, se anunció la construcción de una piscina, la que con el tiempo fue conocida como Piscina de Educación y Descanso. Pero todavía tendrían que pasar un par de años para que fuera realidad.
Postal de la piscina de Educación y Descanso en una jornada con mucho público. / PATRIMONIO FOTOGRÁFICO DE CASTILLA-LA MANCHA (UCLM)
Mientras, la prensa seguía alabando la temperatura más que donostiarra que se vivía en la ciudad, como publicaba el diario Albacete en el verano de 1949, por lo que "año tras año se manifiesta un descenso en el número de veraneantes más allá de las fronteras, "y aquí, con las inapreciables comodidades del hogar, gozamos de un clima de verano singularmente delicioso, con lo cual, no queremos quitar al lector las ganas de desplazarse a otros lugares, sino contar las excelencias climatológicas de Albacete, sobre todo en la época estival". Y ese 28 de julio de 1949 se quedó tan ancho de esta forma el periodista de turno. Quien no se conforma es porque no quiere.
La apertura de la primera piscina pública de la ciudad llegó el miércoles, 28 de junio de 1950, y en la Crónica del Día del rotativo local se hablaba de su "agua renovada, transparente y tomada de un color azul que el cielo cede". Más poético, imposible. "Algo esencial que faltaba a la ciudad, que ya tiene para todos. Y especialmente para los productores, preferidos de nuestro Estado, a los que se les exige bien poco y se les cede a manos llenas". Tremendo análisis.
Las dudas eran muchas. ¿Era una piscina para chicos o para chicas? ¿O mixta? Una noticia publicada unos días después de su apertura, con bendición religiosa incluida, aclaraba que a la piscina "podrán asistir todos los días productores de ambos sexos", reservándose, eso sí, la entrada exclusivamente para mujeres los martes y los viernes, de 10 a 12 horas. Y esa concesión llegaba en un momento en el que desde las instancias oficiales y los cronistas de la prensa local se recordaban las ventajas que tenían las chicas para ocupar su tiempo de ocio lejos de las "críticas e insolencias de algunas personas que no comprenden que Albacete ya no es el pueblo de antaño". Así se expresó un grupo de muchachas en una carta remitida al periódico local, al que el columnista de turno contestó: "Encantadoras criaturas, hemos de deciros que hoy sobra de todo eso que anheláis, y que vuestras horas de ocio podéis consumirlas en las diversas actividades de la Sección Femenina, integrando coros de cante y danza, confeccionando prendas infantiles y en un sinfín de actividades gozosas y gloriosas; otras chicas interpretan canciones ante un micrófono o jugosas comedias; también nuestro parque es agradable y más si se lleva entre los dedos un libro de buen texto; podéis practicar el tennis, el baloncesto".
La piscina de Educación y Descanso se convirtió en un elemento clave del veraneo de los urbanitas, ya que junto con la práctica de diversos deportes y refrescar el body, se convertía en un sitio estupendo para disfrutar de su servicio de bar o para los bailes que en su solera se celebraban al caer el sol. En 1956, el precio para entrar y darse un paseo era de una peseta para los afiliados a la Obra de Educación y Descanso, y dos pesetas para quienes no lo eran, y si el paseo iba acompañado de chapuzón, la entrada ya costaba tres o cinco pesetas, en función de su condición o no de socio. Y el menú en la cantina, 15 pesetas.
Ese verano, el del 56, desde la prensa local se preguntaba qué albacetense "no sueña con ponerse bajo la ducha o zambullirse en la bañera", pero si además se quiere practicar el deporte de la natación, "ahí tienen ustedes un lugar delicioso", en referencia a esta piscina, "que invita a emular a la Willians y al Weissmüller, la verdad".
Postal de la piscina del estadio municipal Carlos Belmonte. / PATRIMONIO FOTOGRÁFICO DE CASTILLA-LA MANCHA (UCLM)
En el Carlos Belmonte
Pues durante años este recinto estival fue el único que, con carácter público, funcionó en la ciudad. Ni siquiera cuando se inauguró el estadio municipal Carlos Belmonte llegó la segunda, la que conocemos hoy en día como piscina del campo de fútbol. Y así fue hasta la década de los años 70. De hecho, en los primeros meses de 1971 el diario La Voz de Albacete se aventuraba a anunciar que en el verano de 1972 el complejo del Carlos Belmonte ya contaría con la ansiada segunda pileta.
Los famosos trampolines de la piscina del Carlos Belmonte. /IMD
No obstante, el Ayuntamiento de Albacete ya presupuestó para 1971 una partida para completar el recinto deportivo con una piscina con gradas, servicios y vestuarios, junto con la mejora del resto de instalaciones, incluido el terreno de juego, paseos, iluminación… todo ello, con un coste superior a los 17 millones de pesetas, de los que siete millones eran cosa del Consistorio, y los 10 millones restantes los tenía que aportar por la Delegación Nacional de Deportes. Ese proyecto fue redactado, de nuevo, por Carlos Belmonte, el alcalde que diseño el estadio municipal y que abrió sus puertas en 1960.
Planos de la piscina del Carlos Belmonte. / ARCHIVO MUNICIPAL DE ALBACETE
Pues las previsiones no se cumplieron, y la nueva piscina no abrió sus puertas hasta el 18 de julio de 1973, coincidiendo con el aniversario del golpe de estado franquista. Bendición y apertura de unas instalaciones, "un bellísimo complejo deportivo que era muy necesario en Albacete y cuya construcción ha constituido un evidente acierto por parte del Ayuntamiento", presidido entonces por Gonzalo Botija. Sus dimensiones eran de 50 por 21 metros, con una profundidad que oscilaba entre 1,80 y 4,50 metros, con trampolines reglamentarios para pruebas oficiales. Entre los invitados a la apertura de las dependencias, junto con el gobernador civil y periodista Federico Gallo, el presidente del Sindicato Nacional del Espectáculo, Juan José Rosón.
La playa de Cuasiermas
Y de esta forma, la ciudad incorporó su segunda piscina municipal. Pero los ciudadanos querían más, ¿o sería la ambición de los políticos de la época? El caso es que, en noviembre de 1968, La Voz de Albacete anunciaba la aprobación por parte de la Organización Sindical de la construcción de una playa en el "caudaloso Júcar", una necesidad de "nuestra juventud y hasta las personas mayores". Y ya se preveía que sería un proyecto "muy rentable" con la construcción de cuantos departamentos, restaurantes, bares… lleva consigo, y es la realización por la que Albacete suspira". Tras la iniciativa, el concejal Domingo Breijo López, popular empresario del sector del transporte que, además, fue uno de los responsables del Sindicato Provincial de Transportes y Comunicaciones. Un par de años después se volvió a hablar del proyecto, sugiriendo incluso el establecimiento de un servicio de autobuses, "el porvenir de la playa artificial parece despejado", apuntaba La Voz de Albacete el 6 de marzo de 1970.
Y el 2 de julio de 1970, otra vez, al ataque con la iniciativa playera. La Voz de Albacete ya daba una fecha para la apertura de esta playa artificial de Cuasiermas: el verano de 1971. A "tan solo a unos 18 kilómetros de Albacete", contaría con una superficie de 3.250 metros cuadrados para los baños, motel, restaurante y hasta para un camping internacional "en honor a los turistas extranjeros que cruzan nuestras importantes carreteras".
El acuerdo se alcanzó entre Domingo Breijo y el delegado provincial de Sindicatos, Ángel García Cuesta, con el propietario de los terrenos, el empresario hellinero José Iniesta. Con los primeros pasos administrativos, se citó a los responsables de la Organización Sindical, Ayuntamiento, Diputación, Gobierno Civil, Información y Turismo… "y muchos organismos y entidades", añadía el rotativo albacetense.
Playa de Cuasiermas. / PABLO LÓPEZ ARACIL
A finales de 1970, se constituyó el Patronato del Complejo Deportivo-Recreativo Playa Cuasiernas, que estimó el coste de las obras necesarias en ocho millones de pesetas. La prensa nacional se hizo eco de la noticia, mientras que La Voz de Albacete no cejaba en su empeño de defender el proyecto, justificando que las playas "son todas artificiales, igual que la paz, lo mismo que la alegría", escribía en su columna Domingo Henares.
Pero la decepción no tardaría en llegar. Al verano siguiente, de la playa sólo se habían movido papeles, ni un metro de tierra, y todo, a cuenta de un informe oficial que cuestionaba el uso del agua del Júcar para el baño a cuenta de su potabilidad o no. Así apareció en La Voz de Albacete el 5 de agosto de 1971, indicando que la ciudad era castigada mientras que en Cuenca, el mismo río, el Júcar, bañaba otra playa artificial.
Retrasos y más retrasos
Las olas en esa playa artificial no terminaban de arribar en ese paraje que también llamaban Cuevas Yermas, y hasta pasados tres años no se volvió a hablar en serio del proyecto. En noviembre de 1974, Domingo Breijo volvió a la carga con los anuncios en torno a este arenal, aseverando que estaría lista para la primavera de 1975. Definitivamente, el anteproyecto fue aprobado en 1975 por el Pleno Municipal, y en abril, el Consistorio presentó la documentación pertinente a la Comisaría de Aguas del Júcar para la ocupación de bienes de dominio público y el uso de las aguas del río.
Para convertir en una playa este paraje era precisa la construcción de un muro para crear el espacio de baño, al que entrarían 100 litros por segundo de agua, prolongándose la playa por la ladera del río hasta la carretera de Motilleja, y ocupando en toral 8.000 metros cuadrados. De los proyectos anunciados de camping internacional e incluso motel se pasó a un edificio para vestuarios, guardarropa, aseos y un quiosco de bebidas, junto con el correspondiente acceso desde la carretera de Albacete -la actual de Pinares del Júcar- y un aparcamiento. Y hasta se fijó el precio de la entrada por persona; 17 pesetas y 50 céntimos. El coste ya estaba en los 12 millones, y el Ayuntamiento, de nuevo, se echó para atrás. Una historia interminable. Pero Breijo no renunciaba y, de nuevo, el asunto a debate en el Ayuntamiento en diciembre de 1976. Entonces, se especuló otra vez más sobre la fecha de conclusión: el verano de 1977. Pero ya se planteaba su desarrollo en fases.
Ignacio Candel fue el adjudicatario de la primera fase de las obras por casi dos millones de pesetas, presupuesto que sólo serviría para las excavaciones necesarias para el muro de defensa, obras que estaban lanzadas en marzo de 1977. Y en noviembre, acuerdo municipal para destinar siete millones de euros a la segunda fase de la playa, todo lo referente a la construcción de los edificios de vestuarios, quiosco, aseos, aparcamientos…
Y por fin, en el verano de 1979 ya estaba en funcionamiento la playa. Pero entonces surgieron los primeros problemas, con el correspondiente reflejo en los medios de comunicación. Cuestiones como la seguridad llevaron al Ayuntamiento a enviar a policías municipales a la zona y ya se avanzaba la posibilidad de poner en funcionamiento una línea de autobuses desde la ciudad a Pinares del Júcar y a Cuasiermas. Se preveía que el recinto podía ser utilizado por 4.000 personas a la vez.
Otra imagen de la playa del Júcar. / GONZALO GIL
Pero finalmente la playa acabó en fracaso. No cuajó y su mantenimiento debía ser elevado, amén de la situación del Júcar. Y, de hecho, en los años ochenta ya se hablaba de que era un fiasco, y en noviembre de 1990, el Ayuntamiento acordó devolver el paraje de Cuasiermas a su estado original.
Y así, la ciudad, tras soñar durante años con piscinas y playas en las que bañarse, terminó como tantas otras, repleta de piletas particulares en un sinfín de parcelas y urbanizaciones, la costa manchega, y algunas instalaciones privadas en clubes y públicas en la capital y en las pedanías, con algunas que se quedaron en el camino, como la prevista para La Pulgosa.